martes, 14 de junio de 2011

EL FLAMENCO EN LA MÚSICA CLÁSICA

Claudio Cascales

Con el Romanticismo musical se pone de moda, entre otros temas, el interés por lo popular y lo exótico. En este contexto España se pone de moda y, muy especialmente Andalucía, que se convierte en foco de atención para viajeros en general (literatos, pintores, etc…), muchos de ellos músicos que hace que se interesen por este tipo de sonoridades novedosas, para ellos en aquel entonces.

Hemos de resaltar que este fenómeno, no es totalmente nuevo, ya que en pleno siglo XVIII, ya Domenico Scarlatti quedó fascinado y utilizó giros rítmicos y el modo frígio de la música popular andaluza, lo cual podemos cotejar a modo de ejemplo con la Sonata K.492 en ReM. Aires de danza española como el fandango podemos encontrar de la misma forma en el ballet Don Juan de Gluck o en la ópera Las Bodas de Fígaro de Mozart.

Por su parte Bocherini llegó a dominar las formas de la música española como el fandango y otros ritmos, llegando a componer diferentes piezas para guitarra en las que se pueden observar concesiones a la forma de tocar popular como en su Quinteto con guitarra nº 4 G. 448. Por último, en el ocaso del siglo XVIII, el Padre Soler escribió con aire de bulerías su Sonata en Do#m y su famoso Fandango en Rem, obra maestra del género solista para clave.

Pero como adelantábamos, es en el siglo XIX donde se produce, junto a la eclosión del nacionalismo musical, el definitivo interés por la utilización de la música andaluza como elemento novedoso y exótico esencial para recrear el ambiente español. Dos fueron los países que más aportaciones hicieron al repertorio de la música clásica al respecto, Francia y Rusia.

Debussy fue seguramente el músico que asimiló con mayor hondura y autenticidad el espíritu de la música popular andaluza y de la guitarra flamenca, por la que sintió veneración. Entre sus obras más interesantes con influencia flamenca encontramos sus obras orquestales Iberia de las Images, La puerta del vino (una postal que Falla le envió desde Granada), del libro II de sus Preludios o Une soirée en Grenade.

Por su parte Ravel fue otro de los músicos franceses que mejor y más utilizó la referencia musical española (no en vano su madre era de origen español). Entre sus obras podemos citar Alborada del gracioso, La hora española, Rapsodia española, etc…. Otros fueron Chabrier (España), Lalo (Sinfonía española para violín y orquesta) y Bizet con su célebre ópera ambientada en Sevilla Carmen.

Glinka, el “alma Mater” del Grupo de los cinco, quién pasó casi tres años en España entre 1845-47 (Granada, Córdoba y Sevilla), compuso como resultado de sus vivencias en nuestro país, especialmente de la forma de tocar de “El Murciano” al que transcribió, tan pronto como llegó a Rusia, obras como Jota aragonesa y Recuerdos de una Noche de verano en Madrid.

Balákirev tiene melodías flamencas en su Obertura. Rimsky-Korsakov homenajeo a la música española en su Capricho Español, siendo las melodías extraídas de la colección de José Inzenga Ecos de España y Tchaikovsky se acercó a la música española en la Danza española del Lago de los cisnes.

Pero sin duda la mejor aportación, como no podía ser de otra manera, la realizaron los propios compositores españoles adscritos al movimiento nacionalista, a finales del siglo XIX y principios del XX, gracias a la inestimable labor recopilatoria y difusora de Felipe Pedrell.

De entre todos los compositores merece, sin lugar a dudas, un capitulo a parte Manuel de Falla, quién fue el compositor de mayor calidad y repercusión en el panorama europeo. Falla trabaja con material andaluz y flamenco, con referencias, tanto directas como indirectas en obras como La vida breve, Andaluza de las Cuatro piezas españolas, Seguidilla, de las Tres melodías, Serenata andaluza, el Polo, el Paño moruno y la Nana de las Siete canciones españolas, el Amor brujo, El sombrero de tres picos, Noches en los jardines de España, o la Fantasía bética. Falla asimila el lenguaje y el espíritu del flamenco y la música andaluza para darle una dimensión universal.

Albéniz fue otro compositor magistral que trabajo el mundo sonoro del flamenco, especialmente en la música para piano. Su suite Iberia contiene una joya tras otra, de la asunción de referencia folklórica en la sonoridad de un piano clásico, movimientos como El puerto, Triana, Albaicín y Venta Eritaña del primer, segundo, tercero y cuarto libro respectivamente, contienen una recreación magistral de ritmos, armonías y giros extraídos de seguiriyas, bulerías, malagueñas, sevillanas, etc… Otras obras en la misma línea son la Rapsodia española y Suite española.

Otros compositores, sin pretender de ser exhaustivos, que han utilizado de manera especial el flamenco han sido Francisco Tárrega en Recuerdos de la Alhambra, Dionisio Aguado en Fandango con variaciones, Enrique Granados en 12 Danzas españolas y Goyescas, Pablo Sarasate en Romanza andaluza, Vito y Habanera y Zapateado, Jesús de Monesterio en la Fantasía española, Joaquín Turina en las Danzas fantásticas op.22, Danzas gitanas, La oración del torero, Sevilla op. 2 para piano, Sinfonía Sevillana op.23 para orquesta y Sevillana op. 29 para guitarra, así como en el Cuarteto n º 1 en Rem op.4 “de la Guitarra”.

La música escénica, tanto la Zarzuela Grande como el Género Chico entre siglos, fue un caldo de cultivo esencial para la utilización de la música folklórica española en general y la música andaluza y el flamenco en particular, gracias a su carácter típicamente español, ya que ambas reciben la influencia del canto y de la danza populares para luego hace retornar al pueblo, todo un tesoro de melodías y de ritmos, que este acepta como suyos y los asimila sin dificultades.

Ritmos del flamenco, fandangos, malagueñas, tangos, bulerías, etc… escalas y cadencias basadas en el modo flamenco, giros de estilos, temas, argumentos, etc… son una constante en la escena española hasta su declive y posterior desaparición a comienzos del siglo XX.

Entre muchos podemos destacar compositores y obras como Joaquín Gaztambide con Los Magyares, Barbieri con Pan y toros, Manuel Fernández Caballero con El dúo de la africana y El cabo primero, Tomás Bretón con La Verbena de la Paloma, Ruperto Chapí con La Revoltosa, Federico Chueca con Agua, azucarillos y aguardiente, Gerónimo Jiménez con El baile de Luis Alonso, Amadeo Vives con Doña Francisquita, José Serrano con Alma de Dios, etc…

Entre los compositores de la Generación del 27 que se acercaron al flamenco, podemos citar a los siguientes y sus obras: Roberto Gherhart en su ballet Alegrías, Rodolfo Halffter en su canciones sobre los poemas de Marinero en tierra, Salvador Bacarisse en su Concertino para guitarra y orquesta y ya después de la Guerra Civil a Joaquín Rodrigo con su Concierto de Aranjuez y Carlos Suriñach con su Ritmo jondo.

Dentro de la llamada Generación del 51 son pocos los que hacen referencias explícitas al flamenco, podríamos destacar a Cristóbal Halffter en Debla para flauta sola, Leonardo Balada en su ópera Cristóbal Colón y sin duda el compositor español que más ha trabajado con el flamenco, con especial atención sobre el ritmo y el cante jondo, Joan Guinjoan en obras como Jondo para piano, Flamenco para dos pianos y Homenaje a Carmen Amaya para seis percusionistas.

Más actuales podríamos señalar otros compositores que, ya dentro del modernismo y la interculturalidad, no solo se basan en el flamenco como base para componer nuevas obras sino que además de él, utilizan cualquier otro recurso musical que esté a su disposición. Entre ellos destacamos a Joan Albert Amargós en su ballet Los Tarantos, Roberto Sierra con Fandangos, Rafael Díaz con Concierto flamenco para guitarra y orquesta, Mauricio Sotelo con De oscura llama para cantaor y grupo instrumental, José María Sánchez Verdú con Maqbara para orquesta o Juan Cruz-Guevara con Nawá para marimba sola.

MÚSICA Y ARTE ABSTRACTO

MÚSICA Y ARTE ABSTRACTO
© Claudio Cascales 

La música, como cualquier otra disciplina, no se desarrolla de manera aislada sino interrelacionada con el estadio en que en cada momento de la historia se encuentra. Así, la música es como es, dependiendo de diversos campos, tanto artísticos, como políticos, económicos, científicos, sociológicos, de pensamiento, etc. En resumen los fenómenos musicales a través de la historia se relacionan con los sucesos culturales en general, llegando a determinarlos en muchos casos. De todos ellos, la relación y la influencia de la música con las bellas artes -o artes plásticas- en general, quizá haya sido gracias a, entre otros, el teórico del arte Heinrich Wölfflin (1864-1945), una de las más repetidas a lo largo de la historia de la música. 

A comienzos del siglo XX la música y las artes plásticas compartieron estética y conceptos influenciados por la situación mundial política, económica y social, que provocó una crisis artística que derivó en los movimientos de vanguardia, que buscaban renovar, experimentar y/o distorsionar el decimonónico sistema de representación artístico, tanto musical (con el agotamiento de la tonalidad), como figurativo (en beneficio de la independencia de referencias visuales de la vida real). Conceptualmente el arte abstracto rechaza la copia yo la imitación de todo modelo. Se entiende por arte abstracto aquel que prescinde de toda figuración (espacio real, objetos, paisajes, figuras, seres animados, etc.), rechazando toda referencia a algo concreto, proponiendo una nueva realidad premeditadamente distinta a la natural. 

Durante la primera mitad del siglo XX, la relación entre música y arte abstracto en particular, y la relación entre la música y la pintura en general, se comienza a atisbar en el Impresionismo parisino y su capacidad para evocar atmósferas envolventes, a través de la vuelta a la naturaleza y el arte contemplativo en general, para buscar en ella lo momentáneo, la luz, el color, las escenas campestres, etc., a través de la emancipación del acorde y la disonancia en función de su color y su timbre, el movimiento paralelo , el empleo de los modos y escalas exóticas, la melodía fraccionaria y la sutileza tímbrica, utilizada en razón del color dentro de una concepción formal clara, características estas inmanentes a buena parte de la obra de Claude Debussy (1861-1918) y parcialmente en otros compositores como Maurice Ravel (1875-1937), Frederick Delius (1862-1934) o Paul Dukas (1865-1935), entre otros. 

Tras el impresionismo, surgen una serie de movimientos pictóricos y escultóricos, sobre todo, que se interrelacionan en base a una revolución rítmica, quasi primitiva, tímbrica y formal, no tanto buscando lo abstracto y sí en mayor medida la penetración espacial a través del Cubismo de Pablo Picasso (1881-1973), Georges Braque (1882-1963) y Juan Gris (1887-1927), cuya correspondencia musical no cabe duda que se puede observar principalmente en la aportación de Igor Stravinsky (1882-1971) y en Maurice Ravel, Béla Bártok (1881-1945) y Sergei Prokofiev (1891-1953), en menor medida. 

El paralelismo ha sido señalado muchas veces pero es más pertinente aún que lo que podría indicar una mera analogía. Stravinsky sigue la misma dirección renunciando a esa evanescencia con su meticuloso trabajo multirrítmico, politónico y percusivo, que tiene mucho que ver con el empleo de las formas de la naturaleza por medio de figuras geométricas (fragmentando líneas y superficies) y la perspectiva múltiple. En ambos casos, tanto en el impresionismo, como en el cubismo, nos encontramos ante una nueva concepción del espacio, pictórico o escultórico en un caso y musical en otro, que nos remite directamente a una distinta consideración del tiempo, lo que en música resulta evidente, afectando directamente más a ritmos y timbres que a la armonía, que a su vez es un elemento más constructivo. 

Tras la Primera Guerra Mundial, en el ámbito germánico el impresionismo fue denominado la Secesión y lo inició, en 1897, Gustav Klimt (1862-1918), junto a otros pintores menos conocidos internacionalmente , y el arquitecto Otto Wagner (1841-1818) quienes representarían lo que vino a denominarse el Jugendsitl, a veces traducido como “modernismo”, todos ellos con un objetivo común: oponerse al arte burgés . Pronto aparecerá el Expresionismo (término acuñado por Wilhelm Worringer, en 1911) sobre todo pictórico, en el área germánica y los países nórdicos, caracterizado representar de manera drástica, por deformación y desgarro la realidad, los sentimientos e ideas que giraban entorno a los acontecimientos de la existencia humana y que se manifestaban en múltiples gestos de neurosis como el miedo, la insatisfacción, la soledad, la protesta, la locura, el suicido, etc., mezclando, al mismo tiempo cubismo, fauvismo y primitivismo, promoviendo una nueva concepción de belleza convulsa, lograda por excitación sensorial e intelectual. 

Varios grupos plásticos se formaron en torno a la estética expresionista, sin duda los más célebres fueron Die Brüke (El Puente) en Dresde, teniendo en sus filas a Ernst Ludwig Kirchner (1880-1938), Erich Heckel (1883-1970) o el noruego Edvard Munch (1863-1944), entre otros, y Der Blaue Reiter (El Jinete Azul), en Munich, fundado por Wassily Kandinsky (1866-1944), Alfred Kubin (1877-1959), Paul Klee (1879-1940) u Oskar Kokoschka (1886-1980) como más artistas más importantes, llegando a establecer relación con el propio Arnold Schoenberg, quién también fue artista plástico, aunque su carrera como compositor eclipsó su talento creativo en su obra como pintor (no en vano llegó a pintar 70 óleos y 160 acuarelas) Schoenberg y Kandinsky se relacionaron bastante en los primeros años del siglo y su correspondencia abarca, por ambas partes, temas de pintura y música sincretizando, en muchos casos, pintura abstracta y atonalismo, influyendo de manera decisiva en la concepción musical de las primeras obras atonales del compositor, marcando el estilo compositivo de las Fünf Orchesterstücke (Cinco piezas para orquesta) op.16 (1909) o el drama Die Glückliche Hand (La mano feliz) op. 18 (1908-1913), piezas que se caracterizan por sus atmósferas febriles y excitantes, por acumulación de disonancias, su ultraexpresión por saturación de cromatismos, acordes por cuartas y segundas, fragmentación de la melodía, su extrema concentración del material musical y la sinestesia y la abstracción sonora, que inevitablemente desembocará en la sistematización dodecafónica.

Pedro Calonge el “Rey de la Marimba”.

  Pedro Calonge el “Rey de la Marimba”. @ClaudioCascales Pedro Calonge. (Fuente: gladyspalmera.com) Si en un artículo anterior rendíamos...