viernes, 4 de noviembre de 2011

LA MUJER DE LA SOMBRILLA

LA MUJER DE LA SOMBRILLA 
Claudio Cascales

La Mujer de la Sombrilla de Juan Cruz-Guevara, sobre texto de Francisco José Cortés es una ópera de cámara, en tres escenas, en la que todos sus elementos: la música (canto y música instrumental), lenguaje corporal (gesto, escenificación, movimiento y danza) y la imagen (escenografía, maquillaje así como recursos multimedia), todos ellos lenguajes per se con suficiente significación autónoma, se unen estrechamente para tratar un tema de candente actualidad: la enfermedad neurodegenerativa de alzhéimer, caracterizada por una progresiva pérdida de la memoria y de otras capacidades mentales a medida que las neuronas van muriendo en diferentes zonas del cerebro. Durante la acción se producen momentos analepsis o flashbacks que alteran la secuencia cronológica del presente, conectando momentos y espacios diferentes, trasladando la acción al pasado, recordando incongruentemente recuerdos de juventud, de amores, de su hijo, de sus libros… El tema es tratado de una manera sincera y sutil, dentro de una atmósfera ensoñadora en el contexto austero de una ópera de cámara, sus intérpretes son: una soprano (Olvido), un narrador (su memoria, su conciencia, su yo), varios figurantes, un grupo de cámara, premeditadamente reducido a cinco músicos, con flauta y flauta contralto (con un mismo ejecutante), saxos soprano, contralto y barítono (tocados por un mismo intérprete, quién a su vez hace las veces de director), percusión, acordeón y violonchelo que intervienen, así mismo, en la acción con movimientos en escena y la interpretación de textos recitados de manera cuasi aleatoria. 

La Escena primera (Luz azul) transcurre a primeras horas de la mañana en una playa desierta de Benidorm, en donde la protagonista: Olvido, una escritora, muestra ya comportamientos que nos hacen pensar en un estado mental en deterioro, con pensamientos incongruentes y falta de memoria, sin encontrar su sombrilla, su nevera, sus llaves, acogiéndose a sus libros, a sus recuerdos, que son sonorizados con alto contenido de notas alteradas, cromatismos, cluster. La metaliteratura en esta escena es uno de lo ejes en los que se basa el texto, ya que se hacen referencias explícitas constantes a grandes poetas de del siglo XX como Alfonsina Storni, Leonora Carrington, William Faulkner, Vladimir Maiakosvki, Silvia Plath, Reinaldo Arenas, Lezama Lima o Clara Janés, destacando un léxico meticuloso y extremadamente expresivo, creando una escena en la que los efectos tímbricos instrumentales son parte integrante del desarrollo de la acción, realizando todo tipo de metáforas sonoras (agua, llaves, tensiones, recuerdos, etc.). Tras un breve preludio instrumental narrador y protagonista presentan la escena para enlazar con la primera elegía “Yago y yo en el Malecón habanero…”. Un intenso recitado nos conduce a la segunda elegía “Ay Adonis, el amor es un cuerpo por cuya túnica suspira la noche…”, llegando al clímax de la escena donde se nos presenta una danza de la muerte, para concluir con una nana instrumental tonal (flauta y violonchelo) tras la frase: “Hay tiempo suficiente siempre que haya memoria…”, en ella Olvido recuerda fugazmente a su hijo. 

La Escena segunda (Luz blanca) transcurre en el mismo escenario solitario a mediodía, Olvido se nos presenta sola, desespera, llevando unas gafas de sol. En ella el mar es el principal protagonista, donde se alternan soliloquios y dúos vocales cantados y recitados con partes concertantes que dan criterio y unifican la acción, en la que la reflexión sobre los recuerdos de una vida se nos presentan distorsionados de la realidad, con alto contenido expresivo que va desde lo más tierno a lo más salvaje, desde lo más poético a los más desgarrador, esto permite al espectador trasladarse sin restricciones a diferentes mundos sonoros y virtuales, potenciados por la presencia de imágenes en el fondo de la escena. Allí se habla de un libro de “cierto éxito” escrito por Olvido titulado Infantes, este junto a Yago y su hijo están en el mar, están perdidos en su memoria. Así se llega a un nuevo lamento elegiaco “Ah! El mar…”, músicos y figurantes recitan acompañados de palmadas irregulares acentúan los momentos de locura, releer Infantes puede poner las cosas en su sitio indica el narrador, pero el poema ardió (“Fahrenheit 451...”), solo le queda “la mnemotecnia del mar…”, representado por bucles sonoros que nos dibujan el rubato de las olas. 

La Escena tercera (Luz naranja) el desenlace, se desarrolla en el dormitorio de un apartamento de Benidorm. Olvido en la cama, el narrador junto a ella, tras un preludio instrumental, más recuerdos desordenados, la niñez, la vida, la muerte…, saca un libro de la mesilla ¿es Infantes?... no, finalmente el sueño la vence…, el narrador recita su último poema “el vidrio roto del pájaro: la crisálida huera de la flor” que concluye “viene de lo solo, de la nada, del vacío”, siendo acompañado fúnebremente casi una procesión, hasta la nada del silencio absoluto, el sueño eterno de Olvido… 



En toda la obra se puede percibir una íntima unión entre música y texto, uniendo ambos lenguajes, muy distintos entre sí, en una percepción basada en el trabajo de la música a través de los iconos y del lenguaje que trabaja detalladamente los símbolos, sincretizando ambos y posibilitando una gran diversidad y variedad semiótica que nos recuerda desde el Pierrot lunaire de Schoenberg a Un re in escolto de Berio, pasando por La historia de un soldado de Stravinsky, La voix humaine de Poulenc o Words and Music de Feldman. La mujer de la sombrilla lejos de ser una ópera más trata, por su tema y sus características musicales y escénicas, de abrirse paso en el difícil mundo del panorama operístico actual, ya que la suma de todos sus elementos es mayor que la suma que cada agente es capaz de crear independientemente, en una suerte de sinergia dramático-musical, por lo que su valor estético se rentabilizará sobradamente a la hora de su inclusión en cualquier temporada de ópera, ciclo, festival o de manera extraordinaria, ya que las redes de simbiosis resultantes de todos su agentes, se alían de manera corporativa produciendo una fecundidad que se retroalimenta en cada compás de la obra, donde destaca por encima de todos los elementos el timbre, -como no podía ser de otra manera siendo su compositor Cruz-Guevara-, tratado de una manera meticulosa desde las posibilidades de la voz, el propio cuerpo humano, hasta los sonidos más sutiles y ocultos de los instrumentos, tallados como piedras preciosas, llevándolos en ocasiones hasta sus propios límites, donde la morfología sonora es llevada al extremo hasta la extenuación.

© Claudio Cascales 

 Catedrático de Música,  
Profesor Superior de Percusión,  Licenciado en Historia y Ciencias de la Música.

Pedro Calonge el “Rey de la Marimba”.

  Pedro Calonge el “Rey de la Marimba”. @ClaudioCascales Pedro Calonge. (Fuente: gladyspalmera.com) Si en un artículo anterior rendíamos...