BREVE HISTORIA DE LA CAJA
@Claudio Cascales
Gillis Congnet's "Pierson la Hues" (1598)
Seguramente
los tambores en general y la caja en particular son los instrumentos de
percusión más difundidos a lo largo de la historia y de la geografía mundial.
Sus orígenes son antiquísimos y la caja específicamente, a lo largo de los últimos 300
años, ha ido adquiriendo tal importancia que para la música actual de casi todos
los estilos, se ha consolidado como un instrumento indispensable.
Hoy en día la caja sinfónica es un instrumento extremadamente
complicado, con un nivel técnico y sonoro increíblemente amplio y las muestras
de ello son muchas y muy diversas, llegando a un nivel de virtuosismo que, los percusionistas
que tocan la caja en las orquestas son, en muchos casos, verdaderos
especialistas, con intervenciones delicadas y de precisión absoluta, así como de
un nivel rítmico y musical que requiere del instrumentista una formación
completa, para poder llegar a interpretar los distintos pasajes que los compositores
han escrito para este instrumento.
Con el
nombre genérico de tambor, se conocen una multitud de instrumentos de
las mismas características expandidos por todo el mundo. El término castellano
procede de la palabra persa tabir, vocablo que quedó modificado al pasar
por el árabe, donde debió de confundirse con un cordófono llamado tunbur,
cuya tabla armónica estaba constituida por una membrana. Las forma antigua castellana es la de atambor, de manera que, ya en la Edad Media, la
palabra tambor fue de uso común, siendo las palabras en italiano para el
instrumento tamburo y en occitano tabor.
El nombre
de caja (caxa), no se dio hasta el siglo XV, cuando su presencia
se incrementó en los desfiles militares de infantería para marcar el ritmo y
acompañar a los pífanos, mientras los atabales y trompetas eran patrimonio de
la caballería. Fue a partir de entonces cuando aumentó de tamaño y se conoció
con el nombre de caja de guerra.
La caja
pertenece a la familia de los membranófonos, según la clasificación de Sachs y
Hornbostel, de los denominados Cajas de redoble o Redoblantes,
por su parte en la actual clasificación de los instrumentos de percusión esta
incluida, así mismo en los instrumentos de membrana.
Como
todos los instrumentos de percusión, los musicólogos no se ponen de acuerdo en
cuanto al origen de los tambores, que se presumen desde tiempos remotos. Los
primeros fueron simples troncos ahuecados como el actual tambor de
hendidura africano, habiendo evidencias arqueológicas que permiten establecer
que los primeros tambores con parche (de cuero), existían en el año 3000 antes
de Cristo. Mucho después y con las primeras culturas del mundo: Egipto,
Mesopotamia, China, Japón y la India, el tambor era un instrumento común y de
gran valor religioso y mágico.
Pero
debemos esperar a la Alta Edad Media para que los tambores fueran introducidos
en la cultura Occidental como otros instrumentos de percusión, por medio de los
árabes, a través de la conquista de la Península Ibérica y de los Cruzados a su
regreso de Oriente Medio. Posteriormente en la Baja Edad Media y el
Renacimiento el tambor más utilizado era el tabor (de muchos tamaños y
medidas, con el bordonero en el parche superior y siempre asociado a un pífano),
precedente directo de la caja y del resto de tambores redoblantes o de marcha, donde se comenzó a utilizar como instrumento militar de formación y desfile, y de intercambio
de señales, primeramente en Suiza, extendiéndose rápidamente por el resto de
Europa.
El
instrumento es ya nombrado en los principales tratados organológicos del
Renacimiento y el Barroco, siendo la primera fuente de importancia: Orchésographie (1588), de Thoinot Arbeau, principal referente de las danzas renacentistas, también contiene otras secciones
importantes para los instrumentos de percusión acerca de la música militar,
tambores y marchas. Anteriores a él son Musica getutscht (1511), de Sebastián Virdung, Musica
instrumentalis deutsch (1528), de Martin agrícola y posteriores, en el Sintagma
Musicum (1614-1620), de Michael Praetorius, Harmonie universelle
(1636), de Marin Mersenne y Musurgia universales (1650), de Athanasius
Kircher. Siendo el libro escrito en 1621 Il torneo de Buenaventura
Pistofilo, el tratado en donde verdaderamente se detalla por primera vez
la escritura para las músicas militares del momento.
Tras el tabor,
el siguiente instrumento que puede ser considerado como el antecesor de la actual caja es
el Redoblante, que se tocaba colgado de una correa a un hombro haciendo
un ángulo de 45 grados con respecto al intérprete, permitiendo así su
desplazamiento al tiempo que podía ejecutar con las dos manos (hecho este que
determinará hasta nuestros días su técnica de ejecución). Este instrumento ya
tenía bordón en el parche inferior, aunque habría que esperar hasta el siglo
XIX y más concretamente a 1837, cuando el inglés Cornelius Ward inventó un
sistema para tensar el parche por medio de tornillos.
La caja
fue incorporada a la orquesta a comienzos del siglo XVIII, en 1706, en la ópera
Alcione del compositor francés Marin
Marais (1656-1728), denominándolo tambourin, siendo también incluida en
obras tan representativas para la historia de la música como en el “Minueto” de
la Música para los reales fuegos de
artificio de 1749, del compositor Georg Friedich Haendel (1685-1759), finalmente Christoph W. Gluck (1714-1787), fue quién la recuperó definitivamente para la música clásica especificando tambor, en
su ópera Iphigénie en Tauride (1779).
Ya en el
siglo XIX, Gioacchino Rossini (1792-1868), fue el primer compositor que le dio
el rango de solista en su ópera buffa la Gazza ladra, en 1817, no en vano
el compositor en su niñez tocaba la caja en la banda de la Guardia Cívica de Pesaro, su ciudad natal.
Tras él, la caja fue, a lo largo de todo el siglo XIX, progresivamente
utilizada por los compositores en diferentes e importantes obras orquestales,
bien por su carácter militar, como en la fantasía para orquesta la Victoria de Wellington o Sinfonía de la batalla de 1813, también
conocida como La batalla de Vitoria op. 91 (de Vitoria, no de la
victoria, como a veces, equivocadamente se la denomina), de de Ludwig van
Beethoven (1770-1827), o como instrumento de color, como en Marcha fúnebre de la
última escena de Hamlet de 1852 Héctor
Berlioz (1803-1869), en donde se requieren seis cajas veladas.
Ya en el
siglo XX, la caja ocupa un lugar
predominante en las obras sinfónicas de compositores como Rimsky-Korsakov,
Ravel, Bartok, Nielsen, Britten y Sostakovich, entre otros muchos, al tiempo
que se incluye por derecho propio en la música de cámara bien sola o como
miembro de un set-up, donde compositores como Rimsky-Kórsakov, Stravinsky, Milhaud, Ravel, Bartók,
Hindemith, Shóstakovich, Walton, Nielsen, Carter, Messiaen, etc., la utilizan de manera innovadora llevando
al extremo sus múltiples posibilidades sonoras, no exentas de un virtuosismo
cartesiano, en muchas ocasiones, al tiempo que pasa a formar desde comienzos de
siglo un instrumento básica para la batería de jazz.
Una vez
establecida tanto en la orquesta como en la música de cámara, es a partir de la
segunda mitad del siglo XX, cuando aparecen las primeras obras a solo, donde se
explotan todas las posibilidades rítmicas y tímbricas del instrumento sin límites,
llegando a considerarse como un instrumento de gran virtuosismo, dentro de los
instrumentos de percusión, así compositores como Benson, Colgrass, Schinstine, Delecluse,
Fink, Houllif, Lyloff, Másson, Gerassimez, Martynciow, entre otros muchos, han conseguido con su
literatura, elevar a la caja, un instrumento en principio esencialmente rítmico,
hasta las más altas cotas de musicalidad, llevándolo a un primer plano dentro
de los instrumento de percusión.