Teatro musical experimental y Ópera tradicional
Claudio Cascales
El siglo XX, en general, ha sido muy receptivo con las nuevas formas de la música de teatro introducidas como medios alternativos a la ópera tradicional. En la última parte del siglo, distintos compositores se han concentrado en combinar elementos de la música y el drama para crear nuevos tipos de formas artísticas compuestas.
Se considera como el primer Happening propiamente dicho la obra Theater piece Nº1 realizada en 1952 por John Cage en el Black Mountain College[1], la obra fue definida por el propio Cage como un evento “teatral sin trama”, aunque en la actualidad se considera como el creador oficial del vocablo fue el pintor estadounidense Allan Kaprow (1927-2006), quién llegó a crear unos doscientos.
Se considera como el primer Happening propiamente dicho la obra Theater piece Nº1 realizada en 1952 por John Cage en el Black Mountain College[1], la obra fue definida por el propio Cage como un evento “teatral sin trama”, aunque en la actualidad se considera como el creador oficial del vocablo fue el pintor estadounidense Allan Kaprow (1927-2006), quién llegó a crear unos doscientos.
El happening y la performance era considerados como movimientos artísticos de acción y tuvieron una gran influencia, en muchos casos, del Arte conceptual (algunas obras resulta voluntariamente imposibles de interpretar[2]), y de John Cage, que se había movido desde siempre en ambientes cercanos al event, el movimiento y a la dramatización. La Monte Young (n. 1935) fue unos de los compositores pioneros en acercase a la “música de acción” en obras como la serie Compositions (1960-65) y The Four Dreams for China (1962).
Aunque a menudo se ha cruzado con la influencia cagiana y algunos de sus practicantes están en contacto con ambas corrientes, el movimiento Fluxus[3] debe considerarse como independiente de la estética de Cage y por sus características, que pretendía fundir el arte con lo cotidiano a través del empleo de elementos de la realidad, puede ser considerado como un nuevo dadaísmo.
Aunque la mayoría de los artistas Fluxus no eran músicos, bien es cierto que esporádicamente se les acercaron compositores de otras trayectorias, como el propio Ligeti con su Poema sinfónico para 100 metrónomos (1962) siendo quizás el músico más conocido de este movimiento el coreano Nam June Paik (1932-2006), quién en su obra One for violín (1963), destruye sistemáticamente un violín. También participaron en Fluxus el estadounidense George Brecht (1926-2008) y la japonesa Yoko Ono (n. 1933).
De una interpretación personal de Fluxus, con influencias cagianas de Juan Hidalgo junto a Walter Marchetti (n. 1931) y Ramón Barce, se creó en España en 1964 el movimiento Zaj al que un año después se incorporó Tomás Marco, quienes a base de organizar conciertos y otros eventos agitaron el panorama artístico español de los años sesenta.
Tras coquetear con Fluxus, Ligeti compuso una serie de obras para la escena como Aventures (1962), para tres cantantes y siete instrumentistas; se dan a los intérpretes una serie de instrucciones sobre el comportamiento en escena como: “coge un libro” o “sopla en una bolsa de plástico” y El gran Macabro, de 1974.
También George Crumb (n. 1929) en su obra Lux aeterna[4] (1971) para soprano, flauta, sitar y dos percusionistas, la soprano tiene que encender una vela antes de que comience el concierto y apagarla al final del mismo. En otras obras los músicos utilizan máscaras negras o forman una procesión por todo el auditorio. Otras obras también importantes de Crumb, donde fusiona de manera muy personal las referencias a otras músicas y elementos de la aleatoriedad cagiana son Ancient Voices of Chilldren (1970), para mezzo-soprano, tiple (voz blanca), oboe, mandolina, arpa, piano eléctrico y percusión y el cuarteto para cuerda amplificada Black Angels, del mismo año.
El argentino afincado en Alemania Mauricio Kagel (1931-2008) ha estado especialmente interesado también en manejar la interpretación musical como un hecho dramático. Su Match para dos chelistas y un percusionista (batería) de 1964, esta estructurada como una competición donde los chelistas representan el papel de los jugadores desobedeciendo en ocasiones al percusionista que hace el papel de árbitro. Otra obra a destacar de Kagel es Sur Scene (1960) subtitulada “Obra teatral de música de cámara”, escrita para orador, cantante, un mimo y tres instrumentistas a los que se les proporcionan indicaciones de cómo comportarse en escena, como reaccionar entre ello, qué hacer, donde mirar, etc., pero a los que no se les da ninguna música que tocar, solamente se dan algunas indicaciones muy generales. También hemos de destacar Pas de cinq (1965) para multitud de formas de andar, Dressur (1977) para tres percusionistas-actores y multitud de instrumentos (todos de madera donde utiliza desde una marimba y una mesa hasta unos zuecos), y La Pasión según San Bach (1985).
Ya hemos hecho referencia a Sylvano Bussotti en el apartado dedicado al Grafismo simbólico, teniendo en cuenta que el compositor florentino se ha dedicado a la creación de una forma de teatro integral en la que música, danza, palabra y canto y pintura se funden e integran en propuestas de gran sugestión plástica y de contenido; mostrando en todas ellas una clara influencia del surrealismo así como del dadaísmo. Ye hemos señalado algunas de sus obras orquestales y concertantes, por lo que es momentos para señalar aquí las realizadas específicamente para la escena como ópera La Pasión según Sade (1965) y el ballet Bergkristall (1975).
La Sinfonía Nº1 (1968-72) de Alfred Schnittke (1934-1998) está concebida como una sinfonía-collage en la que los elementos tonales y atonales son al mismo tiempo expuestos y alienados. La obra da inicio con la llegada, en desorden de los músicos y del director, que van improvisando hasta el momento en que atacan, en conjunto, un acorde de do mayor al que sigue un cluster formado por las doce notas cromáticas tocado por las cuerdas. A partir de ahí todo parece posible: ritmos de fox-trot, protestas de dos músicos que lanzan partituras contra la cabeza del director, el finale de la quinta sinfonía de Beethoven, pastiches barrocos, marchas soviéticas, improvisaciones jazzísticas, marchas fúnebres, valses de Strauss y citas de varios compositores, entre ellos Grieg y Tchaikovsky, para concluir, de nuevo, con un acorde de Do mayor.
Otros compositores que utilizaron con frecuencia el componente dramático en varias de sus obras fueron Dieter Schnebel (n. 1930), con sus dos Schaustücke (1962-63), Peter Maxwell Davies (n. 1934), en Eight Songs for Mad King (1969), Harrison Birtwisle en Verses for Emsemble (1971), Luciano Berio en Recital I (1972), entre otros.
A pesar de estas innovaciones en la música de teatro, también se siguen escribiendo obras para la escena operística tradicional. La mayoría de ellas explotan los recursos de la música del siglo XX como medios electrónicos, cluster, indeterminación, etc.
Aunque a menudo se ha cruzado con la influencia cagiana y algunos de sus practicantes están en contacto con ambas corrientes, el movimiento Fluxus[3] debe considerarse como independiente de la estética de Cage y por sus características, que pretendía fundir el arte con lo cotidiano a través del empleo de elementos de la realidad, puede ser considerado como un nuevo dadaísmo.
Aunque la mayoría de los artistas Fluxus no eran músicos, bien es cierto que esporádicamente se les acercaron compositores de otras trayectorias, como el propio Ligeti con su Poema sinfónico para 100 metrónomos (1962) siendo quizás el músico más conocido de este movimiento el coreano Nam June Paik (1932-2006), quién en su obra One for violín (1963), destruye sistemáticamente un violín. También participaron en Fluxus el estadounidense George Brecht (1926-2008) y la japonesa Yoko Ono (n. 1933).
De una interpretación personal de Fluxus, con influencias cagianas de Juan Hidalgo junto a Walter Marchetti (n. 1931) y Ramón Barce, se creó en España en 1964 el movimiento Zaj al que un año después se incorporó Tomás Marco, quienes a base de organizar conciertos y otros eventos agitaron el panorama artístico español de los años sesenta.
Tras coquetear con Fluxus, Ligeti compuso una serie de obras para la escena como Aventures (1962), para tres cantantes y siete instrumentistas; se dan a los intérpretes una serie de instrucciones sobre el comportamiento en escena como: “coge un libro” o “sopla en una bolsa de plástico” y El gran Macabro, de 1974.
También George Crumb (n. 1929) en su obra Lux aeterna[4] (1971) para soprano, flauta, sitar y dos percusionistas, la soprano tiene que encender una vela antes de que comience el concierto y apagarla al final del mismo. En otras obras los músicos utilizan máscaras negras o forman una procesión por todo el auditorio. Otras obras también importantes de Crumb, donde fusiona de manera muy personal las referencias a otras músicas y elementos de la aleatoriedad cagiana son Ancient Voices of Chilldren (1970), para mezzo-soprano, tiple (voz blanca), oboe, mandolina, arpa, piano eléctrico y percusión y el cuarteto para cuerda amplificada Black Angels, del mismo año.
El argentino afincado en Alemania Mauricio Kagel (1931-2008) ha estado especialmente interesado también en manejar la interpretación musical como un hecho dramático. Su Match para dos chelistas y un percusionista (batería) de 1964, esta estructurada como una competición donde los chelistas representan el papel de los jugadores desobedeciendo en ocasiones al percusionista que hace el papel de árbitro. Otra obra a destacar de Kagel es Sur Scene (1960) subtitulada “Obra teatral de música de cámara”, escrita para orador, cantante, un mimo y tres instrumentistas a los que se les proporcionan indicaciones de cómo comportarse en escena, como reaccionar entre ello, qué hacer, donde mirar, etc., pero a los que no se les da ninguna música que tocar, solamente se dan algunas indicaciones muy generales. También hemos de destacar Pas de cinq (1965) para multitud de formas de andar, Dressur (1977) para tres percusionistas-actores y multitud de instrumentos (todos de madera donde utiliza desde una marimba y una mesa hasta unos zuecos), y La Pasión según San Bach (1985).
Ya hemos hecho referencia a Sylvano Bussotti en el apartado dedicado al Grafismo simbólico, teniendo en cuenta que el compositor florentino se ha dedicado a la creación de una forma de teatro integral en la que música, danza, palabra y canto y pintura se funden e integran en propuestas de gran sugestión plástica y de contenido; mostrando en todas ellas una clara influencia del surrealismo así como del dadaísmo. Ye hemos señalado algunas de sus obras orquestales y concertantes, por lo que es momentos para señalar aquí las realizadas específicamente para la escena como ópera La Pasión según Sade (1965) y el ballet Bergkristall (1975).
La Sinfonía Nº1 (1968-72) de Alfred Schnittke (1934-1998) está concebida como una sinfonía-collage en la que los elementos tonales y atonales son al mismo tiempo expuestos y alienados. La obra da inicio con la llegada, en desorden de los músicos y del director, que van improvisando hasta el momento en que atacan, en conjunto, un acorde de do mayor al que sigue un cluster formado por las doce notas cromáticas tocado por las cuerdas. A partir de ahí todo parece posible: ritmos de fox-trot, protestas de dos músicos que lanzan partituras contra la cabeza del director, el finale de la quinta sinfonía de Beethoven, pastiches barrocos, marchas soviéticas, improvisaciones jazzísticas, marchas fúnebres, valses de Strauss y citas de varios compositores, entre ellos Grieg y Tchaikovsky, para concluir, de nuevo, con un acorde de Do mayor.
Otros compositores que utilizaron con frecuencia el componente dramático en varias de sus obras fueron Dieter Schnebel (n. 1930), con sus dos Schaustücke (1962-63), Peter Maxwell Davies (n. 1934), en Eight Songs for Mad King (1969), Harrison Birtwisle en Verses for Emsemble (1971), Luciano Berio en Recital I (1972), entre otros.
A pesar de estas innovaciones en la música de teatro, también se siguen escribiendo obras para la escena operística tradicional. La mayoría de ellas explotan los recursos de la música del siglo XX como medios electrónicos, cluster, indeterminación, etc.
Entre los compositores de ópera al estilo tradicional, independientemente de los procesos compositivos, de la segunda mitad de siglo más destacados encontramos a Bernd Alois Zimmermann (1918-1970), quién fue el primero en llevar la música electrónica, la cita, el collage y diversos soportes audiovisuales (lo que él mismo denominó como “técnica pluralista de composición”) a la ópera actual, siendo su mejor obra la monumental y violenta Die Soldaten (1958-64). Otros compositores son: Gian Carlo Menotti (1911-2007), Hans Werner Henze, Harrison Birtwistle, Peter Maxwell Davies o los propios, Karlheinz Stockhausen, Luigi Nono, Henri Pousseur o Luciano Berio.
Notas:
[1] El Black Mountain College fue una universidad fundada en 1933 cerca de Asheville (Carolina del Norte) que basaba el núcleo de su sistema de educación en el arte. A pesar de la fama que alcanzó durante su existencia, la universidad fue cerrada en 1957.[
[2] Quizás la más famosa sea Danger Music Nº 5 (1963) de Nam June Paik quién especifica en la partitura al intérprete explícitamente que “entre a gatas por la vagina de una ballena”.
[3] Fluxus fue informalmente organizado, como no podía ser de otra manera, en 1962 por George Maciunas (1931-1978).
[4] No confundir con a obra del mismo nombre de Ligeti.
[2] Quizás la más famosa sea Danger Music Nº 5 (1963) de Nam June Paik quién especifica en la partitura al intérprete explícitamente que “entre a gatas por la vagina de una ballena”.
[3] Fluxus fue informalmente organizado, como no podía ser de otra manera, en 1962 por George Maciunas (1931-1978).
[4] No confundir con a obra del mismo nombre de Ligeti.
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