BREVE HISTORIA DEL CINE MUSICAL
Claudio Cascales
El cinemusical arranca de
cuatro puntos fundamentales que son: teatro, música, danza y escenografía. La
primera actúa de hilo argumental, la música y la danza son el soporte básico,
en torno al cual gira todo y la escenografía abarca todo cuanto se refiere a la
ambientación (luces, decorado, vestuario, etc.). Después es el cine quien, al
articularlos en un “todo” único, crea con tales ingredientes un género nuevo,
distinto y genuino. El musical presenta tres rasgos fundamentales atendiendo a
la música que en él se utiliza:
Invierte los términos entre música e imagen.
- Procede en casi todos los casos del teatro.
- No se basa en composiciones originales para la pantalla, salvo en contadas ocasiones.
La evolución del musical
la podríamos resumir en tres etapas:
Edad de Oro (años 30’); Se considera que nace el género en 1933 al amparo del
director y coreógrafo Busby Berkley (1895-1976) quien con La calle 42, creó los más deslumbrantes números musicales de la
historia del cine en función exclusivamente de los ángulos de la cámara y Fred
Asteire (1899-1987) con Volando hacia Río
de Janeiro (1933), utilizando números preexistentes y de nueva composición
en solitario y junto a la también bailarina Ginger Rogers (1911-1995) con películas como Sombrero de Copa (1935), Swing time (1936) o Ritmo loco (1937), de autores tan importantes como Jerome Kern (1885-1945),
Georges Gershwin (1898-1937) o Cole Porter (1891-1964), entre otros. En esta
misma década hicieron también a su vez, la aparición de los primeros niños
prodigio del género, destacando de entre todos Shirley Temple (1928-2014) con
películas como La pequeña coronela (1935),
Judy Garland (1922-1969) con El mago de
Oz (1939) y Mickey Roony (1920-2014), con Hijos de la farándula (1939), así como los primeros musicales
animados producidos por Walt Disney (1901-1966), como Blancanieves y los siete enanitos (1934)
Edad de Plata (años 40’ y 50’); con musicales mucho más depurados, apareciendo el
concepto de Musical integrado, en el
que las canciones y bailes toman parte directamente en el desarrollo y la trama
de la película, teniendo como obra maestra del género Cita en San Luis de 1944, del director Vincent Minelli (1903-1986),
quién también realizó junto a Gene Kelly (1912-1996), cantante, bailarín y
coreógrafo, títulos tan destacados para el musical como Un Americano en París (1951), o con Stanley Donen (n. 1924) con los
musicales Levando anclas (1949) y Un día en Nueva York (1949), así como en
Cantando bajo la lluvia (1952). Otros
títulos que marcan el periodo son: Siete
novias para siete hermanos (1954), My
Fair Lady (1955), El Rey y yo o Gigi (ambas de 1958), donde se consuma la
unión absoluta entre el desarrollo dramático de la acción y los números
musicales.
Edad del Plomo (años 60’); se abre esta etapa con nuevos temas y un estilo innovador,
con dos obras maestras del género West
side story (1961), con música de Leonard Bersntein (1918-1990), y dirección
de Robert Wise (1914-2005), y My Fair
Lady (1964), dirigida por George Cukor (1899-1983). Tras estas producciones
el musical no hará sino decaer con contadas excepciones, aunque todavía habrá
algunos éxitos artísticos destacables como
Los paraguas de Cherburgo (1964), -cantada en su integridad-, Mary Poppins (1964), Sonrisas y Lágrimas (1965), Chitty chitty bang bang, Oliver (ambas de 1968), Hello Dolly, Noches en la ciudad (ambas
de 1969), con actores y actrices del talento de Dick Van Dike (n. 1925), Julie
Andrews (n. 1935), Barbra Streisand (n. 1942) o Catherine Deneuve (n. 1943).
En los años 70’ se
produce un nuevo impulso por revivir el género, ampliándolo a las músicas
populares del momento, con películas como El
violinista en el tejado (1971), Cabaret
(1972), con Liza Minelli (n. 1946), The
Rocky Horror picture show (ambas de 1975), Ha nacido una estrella (1976), Annie
(1977) y Fiebre del sábado noche (1977) y
Grease (1978), ambas con John
Travolta (n. 1954). En menor medida All
that Jazz y Hair (ambas de 1979),
así como Fama (1980), Granujas a todo ritmo (1980), Víctor o Victoria (1982), con música del
propio Henry Mancini, Dirty Dancing (1987)
o Sister Act (1992).
Mención
aparte merece el londinense Andrew Lloyd
Webber (n. 1948) quien ha cosechado monumentales éxitos en el mundo del
teatro, y sus consecuentes versiones cinematográficas, en las que también ha
trabajado. Entre sus musicales más destacados en los escenarios figuran Jesucristo Superstar (1973), Cats (1981), Evita (1996) y El Fantasma de
la ópera (2002).
En
la actualidad el musical se ha renovado y adaptado a las exigencias del nuevo
público convirtiéndose, en la primera década del siglo XXI, como un espectáculo
recuperado a base de un repertorio consagrado al que se le adapta hábilmente
una historia de fácil y dinámica, consiguiendo un gran éxito comercial, bien de
un solista o grupo, bien de una corriente musical. Entre ellos podemos reseñar La sirenita (1989),
La
bella y la bestia (1991),
Mamma Mia! (1999),
Billy Elliot (2000), We Will Rock You (2000), Moulin Rouge (2001), Chicago (2002), Hoy no me puedo levantar (2005), Dreamgirls (2006), Nine (2009),
Burlesque (2010) The Lion King (2011) y Los
miserables (1980) de Claude-Michel Schönberg (n. 1944),
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