LA MÚSICA CINEMATOGRÁFICA EN EUROPA
En los años anteriores a
la década de los 50’ del siglo XX, hemos de destacar en primer lugar a la Unión Soviética (U.R.S.S.). En este país, el cine es un arte de
interés nacional debido su gran utilización política como medio de propaganda
del régimen comunista, en la que destaca el mítico director Serguéi Eisenstein
(1898-1948). Así, tenemos música para cine de grandes compositores como Dimitri
Shostakovich (1906-1975), Contraplano
(1932), Sergei Prokofiev (1891-1953), Alexandr
Nevski (1939) –que después se convertiría en la Cantata op. 78-, o Aram
Katchaturian (1903-1978), La cuestión
rusa (1947).
Inglaterra en las décadas de los 40’ y 50’, aporta composiciones con influencia
clásica, ya que los músicos británicos poseen una sólida formación musical e
instrumental y desarrollan una carrera paralela como “músicos serios”. Podemos mencionar
entre otros a William Walton (1902-1983), con películas sobre todo de género
histórico como Enrique V (1946),
Arnold Bax (1883-1953), Oliver Twist (1948),
Brian Easdale (1909-1995), Las zapatillas rojas (1948) o Malcom
Arnold (1921-2006), Puente sobre el rio
Kwai (1957) -en la que destaca la famosa Marcha del coronel Bogey-.
Ya en la década de los
60’, se pretenden sustituir las fórmulas tradicionales por otros planteamientos
más actuales tanto en el aspecto formal como conceptual. Destacan John Addison
(1920-1998), que trabaja para Hitchcock (Cortina
rasgada, 1966), y obtiene un Óscar con Tom Jones (1963), Richard Rodney
Bennett (1936-2012), Asesinato en el
Orient Express (1977), Stanley Meyers (1940-1993), El cazador (1979). Mención especial merece John Barry (1933-2011),
sin duda el más popular de los compositores ingleses, haciendo toda la música
de la serie James Bond, cuya primera película fue Agente 007 contra el Dr. No, de 1962 (con música al estilo Mancini), otras películas suyas son Nacida
libre (1966), Memorias de África (1985), siendo su
último trabajo reseñable Bailando con lobos (1990).
Posteriormente en los 80’
y 90’ los compositores ingleses se alían con el nuevo sinfonismo de Williams -que
lo impregna casi todo-, con Carl Davis (n. 1936) en títulos como La mujer del teniente francés (1981),
Trevor Jones (n. 1949), El último
mohicano (1992). También compone música para cine dentro de su estilo New age mezclado con tintes minimalistas
Michael Nyman (n. 1944), El piano
(1995). Otros son: George Fenton (n. 1950), Las
amistades peligrosas (1988) o Patrick Doyle (n. 1953), Sentido y sensibilidad (1995).
En Italia surge inmediatamente tras la Segunda Guerra Mundial el
llamado Neorrealismo, que pretende
ofrecer una crónica de la vida real. Sus compositores emplean los medios
clásicos como medio para comunicar esa realidad: música sencilla, directa,
expresiva y funcional ignorando a propósito las novedades exteriores. Destaca
Alessandro Cicognini (1906-1995), El
ladrón de bicicletas (1948) y su obra maestra Locuras de amor (1955),
Renzo Rosellini (1908-1973), Roma città
aperta (1945) y Mario Nascimbene (1913-2002), One millón years B.C. (1966).
Mención aparte merece Nino Rota (1911-1979), quien posee un
gran prestigio como autor clásico (sinfonías,
cuartetos de cuerda, óperas, ballet, etc.). Su música para cine se caracteriza
por su rango popular inspirada en el folklore italiano, criterios armónicos
sencillos y dominio del contrapunto. Rota trabajó los más prestigiosos
directores del momento como Federico Fellini (1920-1993), en películas como La Dolce vita (1959) o Amarcord (1973), Luchino Visconti
(1906-1976), Il Gattopardo (1963) o
Franco Zeffirelli (n. 1932), La
fierecilla domada (1966). Particular reconocimiento y éxito obtuvo, ya en
los 70’ con su banda sonora para la trilogía El Padrino (1972-74-90),
de Francis Ford Coppola (n. 1939).
Durante la década de los
60’ hay en Italia un gran número de músicos de varias tendencias destacando,
sobre todos Ennio Morricone (n.
1928), creador del sonido llamado “spaguetti western”, caracterizado por el uso
de melodías atonales, su variedad instrumental (silbidos, guitarra eléctrica,
sintetizadores, etc.), y por la importancia que le concede a la voz humana. Trabaja
con directores como Pier Paolo Pasolini (1922-1975), Sergio Leone (1929-1989) o
Bernardo Bertolucci (n. 1941). Ha compuesto la música de una gran cantidad de
películas como la trilogía denominada “del dólar”: Por un puñado de dólares (1964), La Muerte tenía un precio (1965) y El bueno, el feo y el malo (1966), aunque su mejor trabajo para el
cine ha sido la banda sonora de La Misión (1986), siendo otras películas suyas La Cosa (John Carpenter, 1982), Cinema Paraíso (Giuseppe Tornatore,
1988), Los intocables de Elliot Ness
(Brian de Palma, 1987) o Átame (Pedro
Almodóvar, 1990), siendo su última películas reseñable Django desencadenado (Quentin Tarantino, 2012).
En Francia, a parte de los compositores clásicos consagrados como
Arthur Honegger (1892-1955) o Darius Milhaud (1892-1974), en la primera mitad
del siglo XX, aparecen ya en la segunda mitad de siglo, los primeros
compositores dedicados en exclusiva a la música de cine como Georges Delerue
(1925-1992), Chacal (1974), Antonie
Duhamel (1925), Besos robados (1968),
siendo el pionero de todos Maurice Jaubert (1900-1940), 14 de julio (René Clair, 1933). A partir de los años 60’ emerge la
figura de Maurice Jarre (1924-2009),
al que se le abren las puertas del cine americano gracias a Lawrence
de Arabia (1962), Doctor Zhivago (1965), Pasaje
a la India (1984), Gorilas en la
Niebla (1988), o Ghost (1990).
En la Década de los 70’ y 80’ sobresalen el oscarizado en
1970 Francis Lai (n. 1932), que demuestra un gran interés por los sintetizadores
y timbres electrónicos cercanos a la música pop, triunfando en Estados Unidos
con Love
story (1970) y en menor medida Philippe Sarde (n. 1945) con El oso (1988) o La caja de música (1989). Ya en los 90’ encontramos a Jean-Claude
Petit (n. 1943), Cyrano de Bergerac (1990),
Eric Serra (n. 1959), El gran azul (1988)
y al franco-libanés Gabriel Yared (n. 1949), El paciente inglés (1996).
En España tras la Guerra Civil surge una corriente afín al Régimen con
un tipo de cine histórico, patriótico y propagandístico, con directores como
Juan Antonio Barden (1922-2002) y Luis García Berlanga (1921-2010). Son
compositores de esta época Jesús García Leoz (1904-53), Balarrasa (1950), Surcos
(1951) y Bienvenido Mr. Marshall
(1952), Juan Quintero (1903-1980), El
último cuplé (1957), Manuel Parada (1911-1973), compositor oficial del
régimen franquista[1], con Raza (1941), Los últimos de Filipinas (1945) o Fray escoba (1961), y Miguel Asins Arbó (1918-1996), El verdugo (1962), entre otros.
Poco a poco la férrea
censura se fue suavizando, lo que facilitó el nacimiento del “nuevo cine
español”. De entre todos los compositores podemos mencionar a Luis de Pablo (n.
1930), Los desafíos (1969) y El espíritu de la colmena (1973), ambas
del director Víctor Erice (n. 1940) y Antón García Abril[2]
(n. 1933), Sor Citroen (1967), El Crimen de Cuenca (1978), o Los Santos Inocentes (1984), -y su
famosa música para la serie de televisión El
hombre y la tierra (1974)- y Carmelo Bernaola[3]
(1929-2002), con su obra maestra Pasodoble (1988), como “compositores
serios”, frente a una serie de compositores venidos de otras tendencias, con
una música ligera y muy comercial, que van desde Alfonso Santisteban (n. 1943),
hasta el cartagenero Gregorio García Segura (1929-2003), pasando por Augusto
Algueró (1934-1911) o Adolfo Waitzman (1930-1998).
Desde entonces, en
nuestro país han aparecido no pocos compositores nuevos y cada vez más
especializados. Cabe mencionar a José Nieto (n. 1942), El bosque animado (1987),
Amanece que no es poco (1989), Días contados
(1994), La pasión turca (1994), El
perro del hortelano (1996) y Carmen (2003)
y a Alejandro Massó (n. 1943) con Remando
al viento, El dorado (ambas de
1988), y ¡Ay Carmela! (1989).
Bernardo Bonezzi (1964-2012), ha compuesto una cantidad
ingente de bandas sonoras en un espacio de tiempo muy breve, sustentándose casi
siempre en temas sencillos y retentivos, al menos hasta inicios de la década de
los 90’, cuando comenzó una nueva fase en su carrera con obras mucho más
elaboradas. Entre otras, ha compuesto Laberinto
de pasiones (1982), Que hecho yo para
merecer esto (1984), Mujeres al borde
de un ataque de nervios (1988), Boca
a boca (1995), Entre las piernas
(1999) o Sin noticias de Dios (2001).
Ya en la década de los
90’ y con el nuevo milenio, cabe citar en nuestro país a Alberto Iglesias (n.
1955), quien ha trabajado sobre todo con los prestigiosos directores Julio
Meden y Pedro Almodóvar, con varios Premios Goya y nominaciones a los Óscar,
como Tierra
(1996) Los amantes del círculo polar (1998), Todo sobre mi madre
(1999), El jardinero fiel (2005) y La piel que habito (2011), y el murciano,
de Jumilla Roque Baños (n. 1968), caracterizándose su
música por la facilidad con la que aborda una gran variedad estilística y
también por su versatilidad como creador de eficientes melodías, que cumplen
una función dramática de primer orden en el contexto argumental de las
películas, siendo los resultados obtenidos casi siempre brillantes. Entre su
obra destacamos: Carreteras secundarias (1997), Torrente, el brazo tonto de la ley
(1998), Goya en Burdeos (1999), Alatriste (2007) y Celda 211 (2009) o El niño (2014).
Mención aparte merece
también Alejandro Amenábar (n. 1972), en su triple condición de compositor,
guionista y director de sus films Tesis
(1996), Abre los ojos (1997), Los otros (2001) y Mar adentro (2004), siempre en colaboración con Mariano Martín (n.
1959). Por último destacar a Fernando Velázquez (n. 1976) autor de la banda
sonora de Lo imposible (2012), de
Juan Antonio Bayona, el cual ya está comenzado a ser un habitual de las
películas de una nueva generación de directores españoles que sin complejos
compiten con el mismísimo cine comercial norteamericano, otras de sus películas
son El orfanato (2007), Los ojos de Julia (2010), y Ocho apellidos vascos (2014).
[1] Tanto que
es el compositor de la música del NO-DO (acrónimo de Noticiarios y
Documentales), que se proyectaba por ley en todos los cines españoles antes de
las películas desde 1942 hasta 1981, convirtiéndose en una de las vías más
características de adoctrinamiento y propaganda durante la dictadura franquista.
[2] García
Abril también ha adquirido gran notoriedad gracias a realizar también numerosas
series de televisión como El hombre y la
tierra (1974) o Anillos de oro
(1983).
[3] También
ha logrado éxitos dentro del mundo de los programas y series de televisión como
La clave (1976) y Verano azul (1981).