lunes, 8 de mayo de 2017

Música aleatoria e Indeterminación


Música aleatoria e Intederminación.
 @ClaudioCascales
 
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MÚSICA ALEATORIA E INDETERMINACIÓN.
 
            Concepto y formas
       Música Aleatoria o Indeterminación es aquella que incorpora en su proceso de composición y/o en su proceso de ejecución un elemento de azar o indeterminado de cualquier tipo. Aún así, ambas deben de ser distinguidas: en la música aleatoria, tanto el compositor en el proceso de composición como el intérprete a la hora de la ejecución tienen cierto control sobre la obra y por tanto sobre el resultado final, sin embargo en la indeterminación la libertad del intérprete es completa, quedando reflejada claramente en la partitura, si la hubiere.
      La música aleatoria o indeterminada no debe de confundirse con la improvisación: no se trata aquí de la ejecución tradicional o de la invención espontánea dentro de algún patrón dado, sino sólo de situaciones controladas de elección en las que ha sido anulada o minimizada intencionalmente cualquier base racional para tomar decisiones.
 
“La improvisación no es aleatoria”.
       Ya los compositores experimentalista de la primera mitad del siglo XX como Charles Ives y Henry Cowell utilizaron ocasional y limitadamente elementos de indeterminados en sus obras; sin embargo, la música aleatoria como tal surgió al final de la década de 1950 como un fenómeno extendido, siendo posteriormente uno de los estilos musicales más característico desde su origen hasta prácticamente la actualidad.
       A mediados de los años 50 la música serial comenzó a resquebrajarse principalmente por tres razones principales:
 
-        El serialismo se había convertido en manierismo.
-        El serialismo puramente arquitectónico, dejaba de lado el carácter de arte en la música.
-        La gran exigencia a la hora de la ejecución de las obras seriales.
 
      La conjunción de estas razones junto con otras de diversa índole, llevó a los compositores a plantearse la necesidad de una composición aleatoria que demandaba del intérprete a una colaboración más estrecha en el proceso creativo de la composición.
           
      Los serialistas habían llegado ha ser conscientes de que cuanto más precisa fuera la predeterminación de los elementos musicales, el acercamiento al azar sería cada vez mayor; el serialismo trataba a todos los elementos musicales por igual de la manera que estos elementos llegaron a sonar como algo arbitrario. El siguiente paso fue el azar y el “no-control”, haciéndose célebre la frase de John Cage[3] a comienzos de los 50:
 
“Mi única disciplina es el azar”.
       Las características de la música aleatoria en cuanto a su interpretación son:
-        No hay dos ejecuciones iguales.
-        Las grabaciones de ésta música lo son de una ejecución en particular.
-        Las piezas suelen ser relativamente breves, capaces de mantener en tensión al oyente.
      Dentro de la Música aleatoria encontramos dos modalidades: la Forma Abierta o Móvil y la Forma cerrada.
       La Forma abierta o móvil dada principalmente en Europa, es la composición en la cual el ejecutante (instrumentista, director, etc.), puede determinar el orden de los sucesos:
 
-        Por elección.
-        Guiado por ciertos procedimientos hacia un orden en apariencia arbitrario o casual.
-        Puede elegir un suceso tanto por las reacciones del grupo como del público.
 
      Son aleatorias en tanto que el compositor delega en los intérpretes parte de la responsabilidad en la creación; por lo tanto, no es aleatoria en sus componentes o formantes, bien definidos inclusive, sino en la ordenación de éstos, pudiendo el intérprete elegir distintos itinerarios en cada interpretación.
      La forma abierta fue utilizada preferentemente por los compositores europeos. De esta modalidad son obras como: Klavierstück  XI (1957) y Zyklus (1959) de Stockhausen o la Sonata para piano Nº 3 (1957) y en las tres Improvisaciones sobre Mallarmé (1963) insertadas en Pli selon pli de Boulez.
       En la Forma cerrada dada en Estados Unidos, la aletoriedad se realiza en el momento de la composición, por lo tanto las alturas, duraciones, etc., deben de decidirse en virtud del azar. La forma cerrada fue utilizada preferentemente por los compositores americanos. De esta modalidad son obras como: Sonates e Interludios (1948) o Music of Changes (1951), ambas de John Cage.
 
      Por último cuando la aleatoriedad en la ejecución se combina con la aleatoriedad en la composición o viceversa, es decir, cuando la aleatoriedad es absoluta se produce la Indeterminación[4], abandonándose toda opción de control sobre la obra, por parte del compositor, ejecutante y oyente.  Cada cual decide aceptar lo que ocurre sin tener en cuenta sus propias preferencias en cuanto a qué debiera ocurrir. John Cage es el pionero en este tipo de música, teniendo que ver esta música con la estética de la filosofía budista.
 
      Por lo tanto, la obra deja de ser obra (por abierta que sea), para convertirse en “proceso conceptual” donde el compositor deja de ser compositor para ser un simple y sorprendido auditor que “experimenta” lo que ocurre; la partitura deviene en pre-texto, el auditor se convierte en intérprete y el intérprete se disuelve en aquello que interpreta.
 
      Destacamos dos obras cuyos títulos son significativos en esta corriente, una es la versión electrónica de 4´33´´, 0I 0II de 1962 donde, dice explícitamente la partitura: “En una situación con la mayor amplificación posible, realizar una acción disciplinada, sin interrupciones y generando, en todo o en parte, una obligación para otros: nunca dos interpretaciones de esta obra se han de realizar a partir de la misma acción, no pudiendo ser esa acción, en ningún caso, la interpretación de una pieza musical” (Cage la compuso bebiéndose “disciplinadamente” un vaso de agua); y Variaciones Nº 4 (1964), para cualquier número de ejecutantes, cualquier sonido o combinación de sonidos producidos por cualquier medio, etc. (ya que los sonidos se producen fuera de la sala de concierto).
             Autores y obras
      En Europa los compositores de la primera generación aleatoria que se sintieron principalmente atraídos por las formas abiertas o móviles. Entre ellos podemos destacar a los siguientes:
 
Karlheinz Stockhausen fue el primer europeo en utilizar la música aleatoria en su obra Klavierstrück XI (1957). La obra para piano solo está estructurada en 19 fragmentos que se pueden ejecutar en el orden que el intérprete estime oportuno, incluso omitiendo o repitiendo alguno. En Zyklus, obra de 1959, un percusionista desarrollar posibilidades móviles junto con una grafía nueva. La partitura, unida en espiral, está escrita de forma que puede ser leída tanto comenzando hacia delante como hacia atrás (invirtiéndola), pudiendo comenzar el interprete por cualquier punto de la obra, siempre que acabe cuando vuelva a este punto de partida.
       Y aunque también utilizará la aleatoriedad en Refrain, también de 1959, para tres intérpretes[5], será Momente I y Momente II  (1962-64), para soprano, cuatro grupos corales y 13 instrumentos, la obra culminante de la música aleatoria europea, caracterizada por el instante sonoro desligado de antecedente y consecuente haciendo de cada instante musical un total presente lo que él llamará “forma momentaneizada”. El compositor alemán llegaría a realizar incluso una obra con tintes cagianos como Plus-Minus (1963).
       Stockhausen utilizará también elementos improvisatorios en obras con procedimientos e instrumentos electrónicos como Prozession (Procesión), de 1967,  Kurzwellen (Ondas cortas) de 1968, compuestas para ser interpretadas por su grupo, el Stockhausen Ensemble, que había formado en 1964.
       Hemos de señalar, si quiera brevemente que, siguiendo la estela del grupo de Stockhausen, surgieron a finales de la década de 1960 varios grupos dedicados exclusivamente a la improvisación y que utilizaban instrumentos electrónicos en directo, como fueron los grupos ingleses AMM, Gentle Fire e Intermodulation o los estadounidenses The Sonic Art Union y MEV (“Música Electrónica Viva”), aunque con base en Roma, estos últimos[6].
 
      Si Stockhausen fue un maestro de la música aleatoria, Pierre Boulez llegó a practicarla un tanto a rastras y solo para demostrar su capacidad en tal terreno sin abandonar una mentalidad estructural. Boulez ha dejado muchas de sus obras incompletas dejándolas  a la hora de ser interpretadas como “obras de desarrollo”. Su primera obra en este terreno es la Sonata[7] para piano Nº 3 (1957), pero sin duda su obra maestra en esta campo es sus Structures II, para dos pianos (1956-61) junto a sus tres Improvisations sur Mallarmé insertadas en Pli selon pli para soprano y orquesta compuestas entre 1957 y 1962. Finalmente reseñar Figures, doubles, primes (1963), donde el músico francés practica una sistemática muy cercana a la sonata pianística pero aplicada a una orquesta.
 
      Caso diametralmente opuesto al de Boulez es el de Henri Pousseur, que no sólo se sumó de lleno al mundo de la aletoriedad, sino que fue uno de los primeros en practicarla. Su primera obra fue Móvil para dos pianos de 1958, donde no sólo existe la posibilidad de elección por parte de los intérpretes de determinados elementos no fijos, sino una posibilidad de reacción al juego del compañero. Los mismos principios, cercanos al teatro musical los podemos encontrar en también en obras posteriores como Rimas para diferentes fuentes sonoras (1959), Responso para siete músicos (1960), o la ópera Votre Faust (1967).
       Prácticamente todos los compositores europeos relevantes de la generación posterior a la Segunda Guerra Mundial, llevaron a cabo alguna utilización de la aletoriedad en su música. Este hecho lo pueden ejemplificar compositores y obras como: Román Haubenstock-Ramati, André Boucourechliev (1925-1997), Luciano Berio, Hans Werner Henze o Witold Lutoslawski.
 
      En España la aleatoriedad se concretiza, nuevamente, en los compositores de la Generación del 51, siendo sus obras: Móvil para dos pianos (1959), de Luis de Pablo; Invención móvil (1959), José María M. Mestres-Quadreny, Formantes (1961), Cristóbal Halffter en Espacios variados (1962), de Carmelo Bernaola o Tomás Marco (n. 1942) con Aura (1967) entre otras.
 
      El principal compositor dentro de esta tendencia es sin duda en americano John Cage (1912-1992), quién tras estudiar con Cowell y Schoenberg entre otros y después de estar muy influenciado por Varèse de quién extrajo dos de sus principios básicos que luego le llevarían a la indeterminación: a) el sonido, en el más amplio sentido de la palabra (no desechando ninguno), y como consecuencia de lo anterior: b) el abandono de la escritura tradicional llegando muchas de sus partituras a poseer un interés visual suficiente como para ser expuestas en alguno de los museos más importantes de Nueva York.
      Entre sus primeras obras innovadoras encontramos una serie de tres composiciones tituladas Construction de 1939, 40 y 41, donde utiliza instrumentos no convencionales; una segunda serie son los cinco Imaginary Landscapes (Paisajes imaginarios) de 1939, 42, 42, 51 y 52, donde utiliza distintos recursos de la música concreta y electrónica. En la misma línea su obra Living Room Music (1940), para percusión y cuarteto vocal, en las que las partes de la percusión han de ser interpretadas con “cualquier objeto o elemento arquitectónico” de una habitación (paredes, puertas, mesas, libros, etc.).
       También compuso varias obras para Piano preparado[8] (un piano cuyo sonido se altera mediante la colocación de tornillos, trozos de madera, de goma, etc. entre las cuerdas) al que convierte en un instrumento politímbrico que utiliza, no como instrumento, sino como fuente de sonido, de las que destacan Bacchanale (1940), Amores (1943) o sus conocidísimas, ya reseñadas, Sonatas e Interludios, para piano sólo (la pieza consta de 16 sonatas y 4 interludios).
      Según Cage un sonido musical no tiene relación con el que le precede y tampoco con el que le sigue, simplemente “era”; así la música carece de propósito; Cage buscó expresamente este despropósito y fue esta búsqueda la que finalmente le condujo a la indeterminación.
       De esta manera Cage introdujo operaciones casuales dentro del proceso composicional, utilizando el I Ching y lanzando monedas al aire (todo esto se halla en consonancia con el interés personal de Cage por el Budismo Zen, en su rama japonesa[9]). De esta época data su Music of Changes (1951) y Music for Piano de 1956 en la cual deja decisiones como los valores de las notas o los matices en manos de los interpretes. Otras obras de esta época son el Concierto para piano (1958) y Atlas eclipticalis (1961).
       Pero sin duda la obra más polémica y de más trascendencia de este periodo fue 4I 33II (1952), en la cual Cage condujo la indeterminación y a la desintencionalidad hasta sus últimas consecuencias. La partitura de esta pieza está exclusivamente formada por tres números romanos, cada uno de ellos seguido por una duración numérica específica (entre los tres suman los cuatro minutos y treinta y tres segundos que dan nombre a la obra), y por la palabra “tacet” que señala al interprete o interpretes, ya que puede ser tocada por cualquier número de instrumentos, deben permanecer en silencio. La pieza en otras palabras, está basada en el silencio.
       Tras ella Cage compuso una serie de obras para varios instrumentos solistas cuyo título se expresa en duraciones temporales como 31´57.9864´´ y 34´46.776´´, ambas para piano solo de 1954, 26´1.1499´´, para un intérprete de cuerda (1955) y 27´10.554, para un percusionista (1956).
       Así, las características del estilo compositivo de Cage se pueden resumir en cuatro:
 
a)      El estructura rítmica.
b)      El piano preparado.
c)      La filosofía oriental.
d)     El silencio.
 
       Cage ha influido en el desarrollo de la música desde 1950 en mayor medida que ningún otro compositor, aunque fuera casi mejor considerarlo como un filósofo de la música más que como un compositor. Además también ha sido una persona muy activa  dentro  del mundo tanto de la danza como de la pintura, del happening y otras manifestaciones teatrales y literarias[10].
       Entre los compositores americanos que trabajaron estrechamente con Cage en la década de 1950, destacan los compositores de la llamada Escuela de Nueva York, especialmente Morton Feldman, Earle Brown y Christian Wolff, los cuales creían que la música debía de mirar más a las artes plásticas, especialmente a la pintura del expresionismo abstracto que practicaban artistas como Piet Mondrian (1872-1944), Mark Rothko (1903-1970) o Jackson Pollock (1912-1956).
 
     Morton Feldman (1926-1987), fue arrastrado hacia la aleatoriedad al buscar la manera de combinar los sonidos lo más libre y espontánea que fuera posible. En muchas de sus obras la música se reduce casi al silencio con sonidos, por estar estos a suficiente distancia uno de otro en tiempo, registro y timbre. Quizá lo más destacable de su obra sea la atmósfera textural instintiva, extremadamente delicada y puntillista, tanto en sus obras en las que incluye la indeterminación como en las que no, que también las tiene. También diseñó diferentes tipos de notación gráfica siendo el primero en usar una notación gráfica no representativa. Del conjunto de su obra destaca: Projection I-V (1950-51) una serie de cinco composiciones para varios instrumentos solistas y formaciones de cámara, o The King of Denmark (El Rey de Dinamarca), de 1963 para percusión sola.
       La música de Earle Brown (1926-2002), es parecida a la Feldman, con la diferencia que Brown utiliza, en algunas de sus composiciones, la notación convencional, dejando sólo a la indeterminación la duración de las notas al tiempo que desarrolló la notación temporal. Brown también está muy influenciado por las esculturas móviles de Alexander Calder (1898-1976). Las partituras de sus obras December 1952 y November 1952, ambas incluidas en la serie Folio (1952-53), consisten esencialmente en un conjunto de líneas horizontales y verticales de anchura variable, extendidas sobre la página. El papel del ejecutante es interpretar la partitura visualmente y traducir la información gráfica a música convirtiéndose la partitura en un punto de partida para una improvisación esencialmente libre. De especial importancia en su obra son también las llamadas “formas variables”, o lo que es igual, formas que incorporan un material sonoro especificado, pero cuyo orden y combinación se deja en manos del intérprete, acercándose a la forma abierta europea, ejemplos de ello son Available Forms I (1961) y Available Forms II (1962).
      Otro compositor norteamericano (aunque nacido en Francia), aún en activo, es Christian Wolff (n. 1934)[11], colaborador de Cage, quién concebirá un tipo de escritura gráfica que permite, a cada intérprete, escoger que tocar, a partir de lo que oiga a los otros intérpretes. Concretando: por reacción a los demás. De conjunto de su obra podemos destacar piezas como Duo for Pianists I (1957), For 1, 2, or 3 People (1964) o la más reciente Microexercises (2006).
      Dentro de la misma área cagiana podemos citar también a Alvin Lucier (n. 1931), Toshi Ichiyanagi (n. 1933), Robert Ashley (n. 1937) y Gordon Mumma (n. 1935) y David Behrman (n. 1937).


[1] En Filosofía de la nueva música (1949).
[2] La Música electrónica será tratada de manera específica en el Tema 57 del presente temario.
[3] Otras fueron: “abandonemos el azar al azar”, “el azar como un fin” o “el azar por sistema”.
[4] Donald J. Grout también denomina a este procedimiento como Entropía (literalmente medida de la incertidumbre). En GROUT D. J. y PALISCA C. (1988): Historia de la Música Occidental, vol. 2, pág. 873, Madrid, Alianza.
 
[5] Para piano (más 3 cajas chinas), vibráfono y glockenspiel (más 3 cencerros) y celesta (más 3 címbalos antiguos).
[6] Aún así el grupo pionero en basar sus conciertos en improvisaciones pasa por ser el Improvisation Chamber Ensemble, fundado en 1957, en Los Ángeles por Lucas Foss (1922-2009).
[7] Hasta el día de hoy solamente dos de los cinco movimientos de la Sonata Nº 3 proyectados, en un principio, han sido finalizados, siendo tan solo el movimiento central Constellation, publicado en su totalidad.
[8] No fue la única aportación de Cage en cuanto a la exploración de diferentes posibilidades tímbricas de los instrumentos tradicionales, como por ejemplo introducción de un gong en un recipiente con agua (“water gong”).
[9] Gracias a la influencia del doctor Suzuki, un importante divulgador del Zen en Estados Unidos).
[10] Cage fue, a lo largo de toda su vida, un activo escritor y muchos de sus libros, que presentan sus puntos de vista musicales con agudeza e ingenio, han disfrutado de tanta aceptación como sus composiciones. De entre ellos podemos destacar Silence (1961).
[11] Precisamente será Wolff quién le descubrirá a Cage el “I Ching”, libro de oráculos chinos compuesto por 64 textos, cada uno de los cuales explica un dibujo diferente formado por seis líneas superpuestas (hexagrama). También llamado libro de las transformaciones o de los cambios.

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